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miércoles, 8 de enero de 2014

GENERACIÓN CUPCAKE



Douglas Coupland, además de un escritor muy recomendable, fue el tipo que acuñó el término Generación X para referirse a aquellas huestes generacionales que crecieron en plena consolidación del hiperconsumismo, de una nueva precariedad laboral para personas altamente cualificadas, de la indefinición existencial y de la pérdida de conciencia de clase a que aquel nuevo escenario del mundo, difuso y líquido, se estaba encaminando a pasos agigantados.
Aquella inmadurez, pérdida de control del entorno y sometimiento a la centelleante ortodoxia de las reglas de juego del Nuevo Capitalismo eran la obvias señas de identidad generacionales que el marco del entorno había dispuesto para sus jóvenes invitados.

Atrás quedaba la ensoñadora y literaria utopía de la Generación Perdida, el compromiso con el rupturismo de los sesentayochistas, la languidez impostada de los pasotas o el olor a Ducados y a cine checo y a tertulia de los progres de los setenta y ochenta.

Lo que yo denomino Generación Cupcake viene a ser una cohorte generacional perfilada en tonos pastel, colorista, muy virtualizada, que ha asumido sin combate- incluso con un inquietante optimismo de sistema y triunfalismo de pega- su inestable condición presente y la fragilidad de su no futuro. Es una generación blanda, conformista, petrificada en un ensimismamiento 2.0 que la lleva a creerse que su firma en Change.org o el hecho de copiar un lacito en su perfil del hiperespacio, sin más batalla que esa, va a cambiar algo las cosas.
En el fondo sabe que no, pero es una forma económica(sin exponerse a la intemperie o malgastar demasiados esfuerzos) de lavar un poco su conciencia de aburguesad@ 2.0 del siglo XXI sin moverse demasiado del sofá Ektorp de Ikea.

Es importante reseñar que esta Generación Cupcake ha retrocedido su presencia en lo real y cavado sus trincheras en el nuevo frente de lo intangible que son las redes sociales y demás sucedáneos de lo físico y presencial, y allí se han hecho... ¿fuertes?. Es este el vaporoso escenario al que sacuden con sus fotos(y la de su familia siempre perfecta, claro!) cupcake, sus sentimientos cupcake, sus pensamientos cupcake, sus meriendas cupcake con su superpandilla, sus cadenas cupcake para cambiar el mundo... 
Una especie de compulsivo y trivial exhibicionismo cupcake tan insano como estúpido y soberbio(acaban siendo yonquis del Me gusta) en el que las tradicionales formas de relación y comunicación se han ido sustituyendo por tertulias de grupo de WhatsApp, filosofía twitter y por las restantes formas- altamente fragmentadas y dispersas- de debate y compromiso, apenas relevantes y funcionales para la transformación positiva de la realidad.

Así, dentro del universo simbólico de la Generación Cupcake ya no cabe la Literatura, el Arte, los pensamientos fuertes, la ideas controvertidas, la iconoclastia o el riesgo del compromiso nervudo y rocoso, con músculo, retador, desafiante... pues estos nuevos habitantes de los "no lugares" virtuales han optado por asemejar sus rubicundos valores y principios a un mundo idílico y telenovelesco de cartón piedra- totalmente inocuo- que tratan de vender al exterior como señas personales de su aparente felicidad y prosperidad.

En definitiva, una Generación la Cupcake totalmente desactivada para la transformación social, para el reajuste activo de la realidad; una generación encapsulada en su cibernáutico presente especular, arrasada por el ombliguismo, los espejismos blandos y los pensamientos dispersos, con toda su potencial energía transformadora/creativa engullida por un sistema de "agujero negro" que solamente les devuelve evasión intrascendente, hiperconsumo y frustración a raudales.

Los cupcakes son ligeros, coloridos, jugosos. La crema suele estar conjuntada con el bizcocho y las virutas tienen una coloración muy llamativa. Alrededor de la mesa de la merienda la gente cupcake es siempre guapa, joven, sana, sonriente y se saca ininterrumpidamente fotografías en Instagram para enseñarle al mundo que ell@s habitan dentro de un planeta, aunque impostado y vacío, llamado Felicidad.
Así es la Generación Cupcake: conformista, ridículamente vitalista, intrascendente, exhibicionista, inofensiva mientras permanece pertrechada en su mundo de vivos colores, renuente al peso y adscrita perennemente a la ligereza y a la evasión mientras a su alrededor todo se desmorona.

Saludos de Jim.

Post Scriptum: Llamarle cupcakes a aquellas densas magdalenas que hacían nuestras abuelas parece que, a fin de cuentas, ha sido, por lo menos en el terreno politíco, cultural y económico, una gran idea.


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